Luiz Inácio Lula Da Silva, presidente de Brasil, destacó el paralelismo entre la «crisis del multilateralismo y el debilitamiento de la democracia», y observó que «en todo el mundo, las fuerzas antidemocráticas tratan de someter a las instituciones y reprimir las libertades». «Enaltecen la violencia, ennoblecen la ignorancia, actúan como milicias físicas y digitales, y coartan a la prensa». Brasil ha defendido y seguirá defendiendo su democracia, reconquistada con tanto esfuerzo, frente a las medidas unilaterales dirigidas contra su poder judicial y su economía, subrayó. Un antiguo jefe de Estado fue sentenciado por atacar el estado de derecho democrático por primera vez en los 525 años de historia de Brasil. Se respetó su derecho a defenderse ante los tribunales, algo que se le habría negado en una dictadura. Con ello, Brasil envió un mensaje a los «autócratas en ciernes» y a sus partidarios: «Nuestra democracia y nuestra soberanía no son negociables». Además, las democracias sólidas reducen la desigualdad y garantizan los derechos más básicos: alimentos, seguridad, trabajo vivienda, educación y salud.

«La pobreza es tan enemiga de la democracia como el extremismo», continuó, destacando que Brasil ha sido eliminado del Mapa del Hambre de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 2025. Sin embargo, en el mundo, señala, unos 2300 millones de personas sufren inseguridad alimentaria. «La única guerra de la que todos pueden salir victoriosos es la que libramos contra el hambre y la pobreza», afirmó. Por ello, pidió un cambio en las prioridades de la comunidad internacional para centrarse en reducir el gasto en armamento, aumentar las ayudas al desarrollo, aliviar el pago de la deuda a las naciones más pobres y establecer un impuesto mínimo global, «para que los súper ricos paguen más impuestos que los trabajadores». La democracia también se mide en su habilidad para proteger a la familia y a la infancia. En este sentido, expresó su preocupación por el uso de las plataformas digitales para sembrar la intolerancia, la misoginia, la xenofobia y la desinformación. Regular Internet no significa coartar la libertad de expresión, sino garantizar que lo que es «ilegal en el mundo real se trate de igual manera en el entorno virtual».  Las objeciones a la regulación encubren delitos como la trata de personas y la pedofilia, dijo, y recordó que «el Parlamento brasileño se apresuró atinadamente para estudiar esta cuestión» en la legislación reciente.

En cuanto a América Latina y el Caribe, expresó su preocupación por la creciente polarización e inestabilidad en la región.  Comparar el crimen con el terrorismo es «preocupante», añadió, y condenó el uso de la fuerza letal en situaciones que no son conflictos armados como «ejecutar a personas sin juicio». Tales intervenciones causan más daño del previsto. «No se debe cerrar la vía del diálogo en Venezuela. Haití tiene derecho a un futuro sin violencia. Y es inaceptable que Cuba figure en la lista de países que patrocinan el terrorismo», subrayó.  Sin embargo, «ninguna situación es más emblemática del uso desproporcionado e ilegal de la fuerza como lo que está ocurriendo en Palestina». Condenando los atentados terroristas de Hamás, afirmó que «nada justifica el genocidio que se está produciendo en Gaza». El derecho internacional humanitario y el mito de la excepcionalidad occidental yacen sepultados bajo los escombros. La supervivencia del pueblo palestino requiere un Estado independiente.

«Las bombas y las armas nucleares no nos protegerán de la crisis climática», afirmó. 2024 fue el año más caluroso jamás registrado, prosiguió, señalando que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Belém será un momento «para que los líderes mundiales demuestren la seriedad de su compromiso con el planeta». Por su parte, Brasil se ha comprometido a reducir sus emisiones entre un 59 % y un 67 % en todos los sectores económicos.  Su país también ha reducido a la mitad la deforestación en la Amazonía en los últimos dos años. Destacó que la confrontación no es inevitable y pidió «líderes [...] que comprendan que el orden internacional no es un «juego de suma cero».  En un mundo cada vez más multipolar, la paz requiere multilateralismo, concluyó.