Declaración
Resumen
El presidente de la República de Corea comenzó su discurso vinculando la historia de su país con los logros de las Naciones Unidas, subrayando cómo la solidaridad internacional determinó su supervivencia y su éxito. «Si alguien me preguntara qué ha logrado la ONU, respondería con toda confianza: «Mire los 80 años de historia de la República de Corea»», afirmó. Tras salir del dominio colonial en 1945 y quedar devastada por la Guerra de Corea, la República de Corea se reconstruyó con el apoyo de las Naciones Unidas, beneficiándose de la ayuda humanitaria, la educación y los programas de vacunación que sentaron las bases para la estabilidad. El presidente también recordó: «Siempre que la República de Corea revivió las esperanzas de vidas tan preciosas como el peso del universo en medio de horribles guerras y desastres, la bandera de las Naciones Unidas ondeó en el centro de esa intensa solidaridad». Hoy en día, la República de Corea se posiciona como prueba del valor de las Naciones Unidas y como «faro de luz para los ciudadanos del mundo», con la intención de compartir sus lecciones de resiliencia con el resto del mundo.
Destacó que la misión de las Naciones Unidas está lejos de haber concluido. La paz mundial sigue siendo precaria, con conflictos armados y crisis humanitarias que persisten en todas las regiones. «La respuesta está en la sabiduría de los pioneros que fundaron las Naciones Unidas», afirmó, y añadió: «Solo hay un camino: más democracia». Con 280 millones de personas que se enfrentan al hambre extrema y las guerras que continúan en Ucrania y Oriente Medio, la necesidad de revitalizar el multilateralismo es urgente. El presidente acogió con satisfacción la iniciativa UN80 como un esfuerzo por modernizar la Organización, al tiempo que pidió una reforma institucional. Por un lado, «el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debe aumentar el número de puestos de miembros no permanentes, reflejando los cambios en el entorno internacional», prosiguió. Como miembro actual del Consejo, Seúl se comprometió a garantizar que el organismo pueda responder «de forma proactiva a las amenazas a la paz y la seguridad internacionales».
La península de Corea sigue siendo uno de los retos más graves para la paz y la seguridad, afirmó, y destacó que la República de Corea «respeta el sistema actual del Norte» y «no perseguirá la unificación por absorción» ni participará en actos hostiles. Como gesto de buena voluntad, la República de Corea suspendió el lanzamiento de folletos y las emisiones hacia el Norte. Sin embargo, una paz duradera requiere algo más que moderación. «La paz más segura es aquella en la que no hay necesidad de luchar», declaró. Aunque reconoció que «la desnuclearización no puede lograrse a corto plazo», instó a adoptar medidas pragmáticas, comenzando por detener el desarrollo de las capacidades nucleares y balísticas, pasando a la reducción y, en última instancia, logrando el desmantelamiento. «Es fundamental que tanto la República de Corea como la República Popular Democrática de Corea, así como la comunidad internacional, trabajen juntos para establecer la paz en la península de Corea», afirmó, subrayando que «una paz duradera en la península de Corea supondría una nueva esperanza y posibilidad para la humanidad que sufre conflictos».
Afirmó que «la paz no es simplemente la ausencia de conflictos armados, sino la realización de una comunidad en la que se respetan las diferencias y las personas conviven». La República de Corea se ha comprometido a dar ejemplo, pasando de ser un país receptor de ayuda a uno donante, defendiendo la transición hacia energías sostenibles, liderando la gobernanza de la inteligencia artificial y promoviendo el intercambio cultural. «Aunque se prevé un camino difícil, la humanidad ha sido capaz de crecer y llegar hasta aquí sin rendirse ante los retos, incluso frente a la adversidad», afirmó.
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